jueves, 29 de marzo de 2012

Negra esperanza.

Nuestros miedos no dejan dar rienda suelta a nuestras pasiones más profundas. Miedos al rechazo, al fracaso, a la pérdida, a salir bajo la espesa lluvia el dieciséis de cada mes.. Miedo a no poder disfrutar de un amanecer frente al mar, de respirar la brisa y perderse entre las aguas del océano. Miedo de no hallar un amor completo.. Miedo a no volver a creer en promesas reiteradas. Miedo al olvido, a desaparecer tan temprano.. y que nadie note tu ausencia. Miedo a volvernos más y más invisibles a cada día que pasa. De convertirnos en polvo, en sombras y terminar evaporizándonos. 


Pretendemos despertarnos cada mañana y no reparar en la fina cortina de dolor que nos presiona pero siempre acabamos saliendo al exterior y dejando que se entremezclen y se confundan lluvia y lágrimas.. Todas en una y pasen desapercibidas.
Pretendemos mezclarnos con la multitud y que así no reparen en nosotros. Saltarnos nuestras responsabilidades pues.. moriremos de todas formas. De hecho, nos morimos día a día y no nos importa.. Fomentamos esa lenta muerte, queremos acelerarla un poquito más pero, a la vez, nos embarga un profundo sentimiento de cobardía que no nos deja actuar de la manera más tajante.


El tiempo pasa, arrollador, devastador sobre nosotros.. Machacando nuestra esencia y nuestros dones. Todo lo que eramos ya no volveremos a probarlo. Todo lo que disfrutamos ya no volveremos a tenerlo entre nuestras débiles manos. Todo es una prueba a superar.. Y nosotros mismos hemos decidido acabar con lo que teníamos.


Decidimos perdonar pero no podemos olvidar. Decidimos subirnos al tren equivocando sabiendo de antemano las consecuencias que eso mismo nos traería, tarde o temprano. Decidimos revelarnos, amargarnos, ahogarnos en nuestro propio vaso de agua y rompernos la crisma, cada noche para encontrar una solución a nuestra vida. Pero.. ¿sabéis realmente cuál es la solución?


La verdad es que esa solución que tanto ansiamos no existe. Luchamos por un término inculcado que ni siquiera hemos visto nunca. Y cada día creemos menos en esa posible solución. Pero es nuestro trabajo, es la función del adolescente.. buscar la guía de su propia vida, esa que seguramente jamás encontrará.


Nadie es perfecto, precisamente por eso jamás hallaremos la felicidad absoluta. Todo amor, toda historia inolvidable desencadena en odio, rabia, impotencia y pérdida. La única manera de dejar de pensar en ello es subirse a otro tren completamente diferente que tarde o temprano volverá a accidentarse. 


Toda amistad llena de buenos momentos, buenas caras.. desencadena en envidias tontas, acciones no devueltas, odio, competencia y frustración. Por eso si alguien desea salir adelante, debe aprender a sobrevivir completamente solo. Porque durante el transcurso nuestra vida, solo nosotros mismos seremos los que tomaremos decisiones, amaremos, odiaremos, sonreiremos o nos quitaremos la vida. Nadie va a hacerlo por nosotros. Nadie va a sufrirlo por nosotros..